VAMOS A LEER
EL ESPEJO
Un campesino
chino se fue a la ciudad para vender su arroz. Su joven mujer le dijo:
-Por favor, tráeme un peine.
En la ciudad, el campesino vendió el arroz y bebió con unos compañeros. En el momento de regresar se acordó de su mujer. Le había pedido algo, pero ¿qué era? No podía recordarlo. Así que compró un espejo en una tienda para mujeres y regresó al pueblo.
Entregó el espejo a su mujer y marchó a trabajar sus campos. Ella se miró en el espejo y se echó a llorar. Su madre que la vio llorando, le preguntó la razón de aquellas lágrimas. La joven mujer le dio el espejo diciéndole:
-Mi marido
ha traído a otra mujer.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es muy vieja.
Cuento
anónimo chino
LOS DOS MONJES Y LA HERMOSA MUCHACHA
Dos monjes, Tanzán y Ekido, viajaban juntos por un camino embarrado. Llovía a cántaros y sin parar. Al llegar a un cruce se encontraron con una preciosa muchacha vestida con un kimono y un ceñidor de seda, incapaz de vadear el camino.
-Vamos, muchacha -dijo Tanzán sin más. Y, levantándola en sus brazos sobre el barro, la pasó al otro lado.
Ekido no dijo ni una sola palabra, hasta que, ya de noche, llegaron al monasterio. Entonces no pudo resistir más.
-Los monjes como nosotros -le dijo a Tanzán- no deben acercarse a las mujeres, sobre todo si son bellas jovencitas. Es peligroso. ¿Por qué lo hiciste?
-Yo la dejé allí -contestó Tanzán-. ¿Es que tú todavía la llevas?
Cuento
anónimo japonés
¿Cuál es entonces la extensión mínima de un texto narrativo para estar seguros de que nos hallamos ante un cuento? Es muy difícil precisarla o cuantificarla. Es el lector inteligente y avezado quien sabrá distinguir, gracias a su competencia literaria, entre una narración breve y condensada que es un cuento y otros textos que deben quedar en lo que verdaderamente son, acertadas e ingeniosas frases pero que nunca pueden enmarcarse en la categoría de un subgénero narrativo de muy antigua raigambre y dotado de una forma genérica y estética definida y uniforme dentro de su variedad. Pero sí pensamos que, como en el caso de los viejos textos anteriormente aducidos, en media o una página, más o menos, puede haber un verdadero y hermoso cuento, lo que corroboramos con los siguientes ejemplos modernos, tras cuya lectura ningún lector avisado dudará de su categoría de verdaderos cuentos y de su acierto literario:
LA MONTAÑA
El niño empezó a trepar por el corpachón de su padre,
que estaba amodorrado en la butaca, en medio de la gran siesta, en medio del
gran patio. Al sentirlo, el padre, sin abrir los ojos y sonriéndose, se puso
todo duro para ofrecer al juego del niño una solidez de montaña. Y el niño lo
fue escalando: se apoyaba en las estribaciones de las piernas, en el talud del
pecho, en los hombros, inmóviles como rocas. Cuando llegó a la cima nevada de
la cabeza, el niño no vio a nadie.
-¡Papá, papá! -llamó a punto de llorar.
Un viento frío soplaba allá en lo alto, y el niño,
hundido en la nieve, quería caminar y no podía.
-¡Papá, papá!
El niño se echó a llorar, solo sobre el desolado pico
de la montaña.
Enrique ANDERSON IMBERT (Argentina, 1910-2000)
GÉNESIS
Con la
última guerra atómica, la humanidad y la civilización desaparecieron. Toda la
tierra fue como un desierto calcinado. En cierta región de Oriente sobrevivió
un niño, hijo del piloto de una nave espacial. El niño se alimentaba de hierbas
y dormía en una caverna. Durante mucho tiempo, aturdido por el horror del
desastre, sólo sabía llorar y clamar por su padre. Después sus recuerdos se
oscurecieron, se disgregaron, se volvieron arbitrarios y cambiantes como un
sueño; su horror se transformó en un vago miedo. A ratos recordaba la figura de
su padre, que le sonreía o lo amonestaba, o ascendía a su nave espacial,
envuelta en fuego y en ruido, y se perdía entre las nubes. Entonces, loco de
soledad, caía de rodillas y le rogaba que volviese.
Entretanto
la tierra se cubrió nuevamente de vegetación; las plantas se cargaron de
flores; los árboles, de frutos. El niño, convertido en un muchacho, comenzó a
explorar el país. Un día, vio un ave. Otro día vio un lobo. Otro día,
inesperadamente, se halló frente a una joven de su edad que, lo mismo que él,
había sobrevivido a los estragos de la guerra atómica.
-¿Cómo te llamas?
-le preguntó.
-Eva
-contestó la joven-. ¿Y tú?
-Adán.
Marco DENEVI, (Argentina, 1922-1998)
LA TRISTEZA
El profe me ha dado una nota para mi madre. La
he leído. Dice que necesita hablar con ella porque yo estoy mal. Se la he
puesto en la mesilla, debajo del tazón lleno de leche que le dejé por la
mañana. He metido en el microondas la tortilla congelada que compré en el
supermercado y me he comido la mitad. La otra mitad la puse en un plato en la
mesilla, al lado del tazón de leche. Mi madre sigue igual, con los ojos rojos
que miran sin ver y el pelo, que ya no brilla, desparramado sobre la almohada.
Huele a sudor la habitación, pero cuando abrí la persiana ella me gritó. Dice
que si no se ve el sol es como si no corriesen los días, pero eso no es cierto.
Yo sé que los días corren porque la lavadora está llena de ropa sucia y en el
lavavajillas no cabe nada más, pero sobre todo lo sé por la tristeza que está
encima de los muebles. La tristeza es un polvo blanco que lo llena todo. Al
principio es divertida. Se puede escribir sobre ella, “tonto el que lo lea”,
pero, al día siguiente, las palabras no se ven porque hay más tristeza sobre
ellas. El profesor dice que estoy mal porque en clase me distraigo y es que no
puedo dejar de pensar que un día ese polvo blanco cubrirá del todo a mi madre y
lo hará conmigo. Y cuando mi padre vuelva, la tristeza habrá borrado el “te
quiero” que le escribo cada noche sobre la mesa del comedor.
Rosario BARROS PEÑA (España, 1935)
AMORES
Cuando
Amparo me dijo que no me quería, después de seis meses de tenaz noviazgo, me
recluí en casa de mi tía Eredia por espacio de tres meses.
El amor de
Luisina, un año más tarde, vino a curar aquella herida que seguía sin cerrarse.
Fue un tiempo corto, eso sí, de felicidad e ilusiones. Entender la decisión de
Luisina de abandonar el mundo para profesar en las Esclavas me costó una úlcera
de duodeno. A mi natural melancolía se unió esa tristeza sin fondo que ni los
auxilios espirituales logran paliar.
Irene llegó
a mi vida en un baile de verano al que mi amigo Aurelio me llevó como quien
dice a punta de pistola. Que dos años más tarde aquella tierna seductora se
fuese precisamente con Aurelio, yugulando a un tiempo amor y amistad, fue lo
que provocó, en el abismo de la desgracia sentimental, mi hospitalización.
Antonia era
una enfermera compadecida que me sacó a flote usando todos los atributos que
una mujer puede poseer. El amor del enfermo es un amor sudoroso y lleno de
pesares, más frágil que ninguno. Cuando una tarde vi a Antonia y al doctor
Simarro besándose en el jardín me metí para el cuerpo un tubo de aspirinas.
Gracias como siempre a mi tía Eredia, culminé tras la crisis la desolada
convalecencia y, cuando definitivamente me sentí repuesto, comencé a considerar
la posibilidad de retirarme del mundo, habida cuenta de que mis convicciones
religiosas se habían fortalecido.
Fue entonces
cuando me escribió Amparo reclamando mi perdón y reconociendo la interpretación
errónea que había hecho de su amor por mí. Nos casamos en seguida y todo iba
bien hasta que Luisina, que colgó los hábitos, volvió para recuperar mi amor e
Irene y Antonia, bastante desgraciadas en sus respectivos derroteros
sentimentales, regresaron para restablecer aquella fidelidad herida,
convencidas, cada una por razones distintas, de que el único amor verdadero era
el mío.
Mi tía
Eredia anda la mujer muy preocupada, y yo, como dice mi amigo Gonzalo,
sobrellevo con astucia y aplomo desconocidos mi destino, trabajando en tantos
frentes a la vez. Y me voy convenciendo de que existe una rara justicia amorosa
que nos hace cobrar los abandonos, aunque su aplicación puede acabar resultando
perjudicial para la salud.
Luis Mateo Díez (España, 1942)
VENGANZA
Empezó con
un ligero y tal vez accidental roce de dedos en los senos de ella. Luego un
abrazo y el mirarse sorprendidos. ¿Por qué ellos? ¿Qué oscuro designio los
obligaba a reconocerse de pronto? Después largas noches y soleados días en
inacabable y frenética fiebre.
Cuando a
ella se le notaron los síntomas del embarazo, el padre enfurecido gritó:
“Venganza”. Buscó la escopeta, llamó a su hijo y se la entregó diciéndole:
-Lavarás con
sangre la afrenta al honor de tu hermana.
Él ensilló
el caballo moro y se marchó del pueblo, escopeta al hombro. En sus ojos no
brillaba la sed de venganza, pero sí la tristeza del nunca regresar.
Ednodio QUINTERO (Venezuela, 1947)
PATERNIDAD RESPONSABLE
Era tu
padre. Estaba igual, más joven incluso que antes de su muerte, y te miraba
sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese gesto que solía poner
cuando eras niño y te iba a recoger a la salida del colegio cada tarde.
Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender qué sucedía, y no
reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que derrapaba en la
curva un autobús y se iba contra ti incontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo,
inmóvil y medio atragantado de sangre, volviste de nuevo los ojos hacia él y
comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te alegró ver que
había venido una vez más a recogerte.
Carlos
ALFARO GUTIÉRREZ (España ,1947)
INSTANTÁNEA, HARVEY CEDARS: 1948
Mi madre se
toca la frente y deja en sombra sus ojos verdes. La boca es rosada, el pelo
rubio como el trigo. Está bronceada. Es la mujer más bonita de la playa, aunque
es la única que no lo reconoce nunca. Se envuelve el esbelto cuerpo con un
albornoz y hace una mueca, porque cree que sus caderas son como una campana.
Aún ahora está calculando y esperando oír el chasquido del cierre de la máquina
de fotos.
Los brazos
de mi padre la sujetan fuertemente por los hombros. Es musculoso y con el
estómago plano como una sartén. Mira hacia adelante y aparenta estar con mi
madre, pero está ya en Florida, edificando nuevas ciudades, drenando manglares
muertos llenos de arena. Se imagina construyendo, construyendo. Estará sano.
Tendrá buena suerte. Y, en años futurcomo sus compañeros del ejército, se habrá
vuelto blando y afeminado, todo se le volverá duro trabajo, pero la gente
recordará su nombre.
Los hombros
se tocan. La postura dice: así es como se supone que deben ser las parejas
jóvenes. Obsérvenlos, son felices. Pero la cabeza de mi madre está ladeada.
¿Qué está mirando? ¿Mira al jugador de tenis que está junto a la ducha, al aire
libre, el de las manos suaves, el que le enseñó a olvidar las cosas?, ¿o quizá
ya oye el disparo del revólver que mi padre apretará contra su sien veinte años
después?
Paul LISICKY (Estados Unidos, 1959)
Traducción de Mª Teresa Díez Taboada
Traducción de Mª Teresa Díez Taboada
EL PROYECTO
Jased Diaz 7A profesora estoy leyendo los cuentos para practicar asi mi lectura los leo una y otra vez hasta que mejore gracias
ResponderEliminarmarbelys aguirre 7c profesora dalys
ResponderEliminarprofe usted mando a q le escribieramos un refran una adivinanza y un trabalenguas
ResponderEliminarRefran
el la casa y en la mesa es inutil la verguenza
adivinanzas
cinco hermanos muy unidos que no se pueden mirar, cuando rinen aunque quieras no los puedes separar
trabalenguas
un chester trabalenguista que muy bien sabe chestertrabalenguisar creo que un chestertrabalenguas que nadie podra deschestertrabalenguisas
marbelys aguirre 7c
consejeria: mario carpintero
Deysi gaitan 7c consejero mario carpintero adivinansa tengo corona y no soy rey yno soy gallo : la pina
ResponderEliminarRefran : no por levantarce de madrugada se levanta temprano
trabalengua: tres tristes trigues comian trigo en un trigal
viviana martinez 7C
ResponderEliminarADIVINANZA
blanquita soy del mar naci ricos y pobres se sirven de mi.
REFRÁN
mas bale pájaro en mano que cien volando
TRABALENGUAS
cuando cuentes cuentos cuenta cuanto cuentes cuentas, porque si no cuentas cuantos cuentos cuentas, nuncas sabras cuantos cuentos sabes contar
yarelis prado 7c consejero mario carpintero
ResponderEliminarTRABALENGUAS
Rosa Rizo reza ruso, ruso reza Rosa Rizo.
ADIVINANZAS
lleva años en el mar y aun no sabe nadar
REFRAN
Más vale feo y bueno que guapo y perverso.